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miércoles, 12 de enero de 2011

Publicación sobre el valor del juego en la Infancia

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Valor del juego en la infancia

juego
Esteban Levin para Tvcrecer
Los niños nos enseñan ese misterioso espacio del no saber y de la curiosidad que causa su hacer- saber, en un destiempo que caracteriza la infancia. Primero se lanza a jugar, a crear, a inventar mundos imaginarios que por supuesto, él no sabía previamente que iba a inventar.
En primer lugar, para que un niño pueda jugar y construir un saber – hacer, deberá haber constituido su imagen corporal.
Esta construcción, la realiza el pequeño a partir de la mirada y el cuerpo de la madre.
La primera imagen del cuerpo de un niño (a partir de la cual podrá construir sus representaciones) es la imagen del cuerpo del Otro.
El primer saber- hacer de un niño se construye a partir que lo infantil que, el otro materno le dona a través de los primeros juegos donde el niño encuentra sus espejos de referencia.
A partir de allí, de estas primeras inscripciones, el niño va construyendo su existencia, haciendo de su producción un espejo que le permite por un lado reconocerse, al mismo tiempo que por otro, se desconoce.
Inquietante paradoja que nos permite comprender la infancia en las escenas mismas que lo van estructurando.
Siempre me llamó la atención que cuando un niño se lanza a jugar en la escena, nadie le enseña cómo y de qué manera jugar. Si el niño sabe jugar nadie le habrá enseñado a hacerlo, pues en la raíz de esta puesta en escena, el niño desconoce lo que allí está produciendo. Es ese desconocimiento el que causa el conocimiento, un niño juega a desconocerse como él y a conocerse desde el otro que él (paradójicamente) representa.
Es el desconocimiento el que funda el conocimiento del niño y la infancia.
Por ejemplo, si el niño jugando, construyendo ficciones y artificios, se transforma en Batman, en policía o en ladrón, desde esos personajes el niño puede jugar “sin darse cuenta” sus secretos, lo que no se explica (como por ejemplo la muerte) sus miedos, la violencia, la agresividad, la ambivalencia, el amor, la sexualidad.
Justamente puede hacerlo “porque es de jugando”, es “de mentira”, no es desde él que lo juega, es desde el otro. Al crear los personajes, el niño construye su mascarada donde se pone en escena, donde juega el secreto oculto de ser otro para producirse él, en ese hacer significante.
Haciéndose otro, él puede jugar lo que le pasa sin arriesgarse a perder su lugar, su posición y de este modo puede construir su infancia y aprender, jugando.
El niño, si se lo permitimos, es un inventor, inventa imágenes, cuentos, aventuras, letras, palabras, frases, números, personajes que, sin darse cuenta lo inventan a él. Esas imágenes, se transformarán en representaciones. Estas verdaderas producciones, lo crean a él, al crearlas.
El niño comenzará a pensar, a representar lo que le pasa a él y lo que le pasa a las cosas, así podrá ir generando interrogantes, hipótesis y saberes sobre la realidad y lo escenifica a través del jugar.
En ese universo infantil, lo que el niño al jugar crea y aprende, a su vez lo que crea y aprehende a él.

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